Después de los meses de gestación y el momento del parto, llega el posparto, que es una gran e importante etapa para la madre y para el recién nacido. La intensidad y las emociones que se viven en el parto, deja el cuerpo de la mujer flojo y débil, con el trabajo de recuperar y devolver al estado anterior todos los cambios ocurridos en el embarazo, sin olvidar todo lo nuevo que llega: nuevo rol, cambio en las relaciones de pareja, lactancia, etc.
El puerperio o posparto se define como el periodo de tiempo que se inicia tras el parto y finaliza a las seis semanas posteriores al nacimiento. Un periodo de cambios, de adaptación, de aprendizaje y de expectativas nuevas. Un tiempo necesario para acoger y cuidar de nuestra criatura, en el que se producen cambios en todos los sentidos.
Para muchas madres y padres es una etapa de alegría por la presencia del bebé, enriquecedora, fluida, llena de posibilidades y creatividad. Para otros, en cambio, es un periodo vulnerable, de fragilidad emocional y física en el que aparecen miedos, inseguridades, dudas relacionadas con el cuidado personal y el del bebé, sin olvidar el nuevo rol parental, que pueden dificultar el equilibrio necesario para atender las necesidades de la madre, de la criatura y de la nueva familia.
Nuestra cultura nos ha obligado a resolver muchas situaciones de forma individual; las familias ya no son tan extensas, no siempre se vive cerca unos de otros, los abuelos trabajan y pensamos que, de la misma manera que hemos hecho en otras ocasiones, durante el puerperio, después de una rápida recuperación, podremos arreglárnoslas solas.
Pero cuando aparece el cansancio, el aislamiento, la sensación de no haber hecho otra cosa durante todo el día que ocuparnos del bebé, nos sentimos desbordadas ante una realidad que no aparece en los mensajes idealizados sobre la maternidad. Durante el puerperio vamos a necesitar “de los otros”, es decir, de una red familiar, social y profesional que pueda acompañarnos, ayudarnos, darnos soporte y que reconozca el “cuidar de otro” como un valor personal y social.
“Tenía la sensación de que me había preparado muy bien para el parto, pero para el posparto no estaba preparada. Quería llevar el ritmo de antes… Me costó recuperarme físicamente”.
“La experiencia del parto no fue muy buena, pero durante varios días la comadrona vino a casa y después durante unas semanas nos vimos en la consulta. Me sentí tan cuidada durante este tiempo que resultó más fácil de lo que pensaba”.
“Para mí, lo más difícil fue adaptarme al ritmo del bebé, interpretar su llanto, seguir con la lactancia, me sentía muy ambivalente. Ahora me siento más fuerte porque he superado las dificultades, además, mi pareja fue de gran ayuda”.
“A mí me ayudó mucho ir al grupo de posparto que organiza mi matrona; compartir lo que estás viviendo con otras madres te ayuda a relativizar lo que te pasa, aprendes, estás con otras mujeres, con otros bebés; después he seguido la relación con ellas y ahora nos apoyamos y ayudamos en la crianza”.
Estar disponible, aceptar esa relación de dependencia entre el bebé y tú, cuidar de una criatura que necesita de ti, reconocer de nuevo el propio cuerpo, manejarte con la incertidumbre y confiar en lo que ya sabes y podrás aprender requiere tiempo y paciencia. Por tanto, comunícate de forma positiva con las personas de tu entorno más cercano, intenta establecer prioridades en las rutinas cotidianas, pide la ayuda que necesites tanto en tu entorno como a tu matrona y sigue un ritmo vital adaptado a vuestras necesidades, sin exigencias ni presiones.
“Tener una criatura es una de las grandes transiciones de la vida para la que no existe un ensayo previo, pero eso no significa que no pueda haber una preparación que ayude a paliar en gran medida la desorientación y conmoción creada por la nueva situación. Ser conscientes de esto puede resultar muy útil. A las madres se les suele dar un periodo de “rodaje” de un par de semanas, a partir de aquí se espera que estén tranquilas y sean competentes”.
Si se aceptara que esta es la situación normal para una gran mayoría, nos encontraríamos en una posición mejor para apoyarlas y respetarlas. Estas son algunas de las reflexiones que Naomi Staedlen recoge en su libro “Lo que hacen las madres especialmente cuando parece que no hacen nada”, situaciones que nos encontramos muy a menudo cuando se inicia esta etapa.
Las matronas ofrecemos un ambiente seguro tras el parto –ya sea en el domicilio, en la consulta o en los grupos–, donde podéis expresar vuestras dificultades, sin exigencias ni juicios y donde poder desarrollar todo vuestro potencial como padres.
Nuestros hijos necesitan de unos padres que respondan a sus necesidades con amor, que no busquen la perfección sino la adecuación, unas veces acertaremos y otras no. No hay madres ni padres perfectos.
Muchos conciben el parto como etapa final del embarazo, pero el postparto es vital y se merece una mayor atención. Desde FAME siempre intentamos dar todo el apoyo posible a las madres, o futuras madres, en cada una de las etapas del embarazo.